En estas fechas de celebraciones, brindis y copiosas comidas, conviene no olvidar la importancia que tiene la flora intestinal para el conjunto de la salud de nuestro organismo. Incluso para el bienestar emocional, la memoria o el sistema inmune, el estado de la microbiota es clave, por lo que es aconsejable cuidarla también en Navidad.
El 95% de la serotonina, un neurotransmisor muy relacionado con el control de las emociones y el estado de ánimo, se produce en el intestino. Del mismo modo, la microbiota es productora de ácido γ – aminobutírico (GABA), que aporta relax, calma, efectos ansiolíticos y antidepresivos, y que actúa a través de receptores en el intestino, llegando hasta el cerebro mediante el nervio vago y otras vías.
El aparato digestivo es así un segundo cerebro capaz de modular los estados emocionales. Hay evidencias de la relación de la microbiota con patologías como el trastorno del déficit de atención o el trastorno límite de la personalidad. También repercute en procesos cognitivos como el aprendizaje y la memoria, en procesos emocionales (por ejemplo, en nuestra gestión del estrés), o en nuestra conducta social.
El citado GABA también participa de la regulación de los procesos inmunitarios, por ejemplo, inhibiendo la liberación de citocinas proinflamatorias, así como en la estimulación, maduración y diferenciación de linfocitos y de diferentes estructuras inmunitarias.
Además, entre las principalesfunciones de la flora intestinal se pueden citar la digestiva, la defensa frente a la colonización por gérmenes patógenos, la metabólica, la trófica, la estabilización de la barrera epitelial (permeabilidad), la inmunitaria, la regulación del peristaltismo o la modulación del eje intestino-cerebro.
También es inmunomoduladora, protectora, muconutritiva, sacarolítica primaria, neuroactiva y proteolítica. Determinadas bacterias mantienen el pH fisiológicamente ácido en la luz intestinal y la integridad de la barrera selectiva contra gérmenes patógenos que supone la pared intestinal. Mantienen, asimismo, el aporte energético a las células de la mucosa y contribuyen a la integridad de la capa de mucus que tapiza la mucosa intestina. Sin olvidar que varias clases de hongos, levaduras y virus también forman parte del ecosistema intestinal
La alimentación rica en alimentos ultraprocesados, poca fibra y grasas saturadas se traduce, en muchos casos, en unapérdida de la diversidad de las poblaciones microbianas y, con ello, en un aumento de patologías cardiovasculares, metabólicas, etc. Por ello, es aconsejable un aumento en el consumo de alimentos ricos en fibra (frutas, frutos secos y verduras) y una dieta pobre en grasas saturadas.
Los alimentos fermentados, como el yogur, nos ayudan a mejorar la microbiota intestinal. Pero la sobrecarga de proteínas en la dieta, unida a desórdenes de la microbiota protectora y a cambios en el pH de la luz intestinal, favorecen el crecimiento de bacterias proteolíticas, cuyo exceso produce un aumento de la carga tóxica del organismo, así como una sobrecarga hepática.
Desde hace mucho tiempo se sabe que las bacterias presentes en nuestro intestino producen vitaminas, y también las consumen, junto con otros factores como el triptófano, un aminoácido básico para la síntesis de neurotransmisores. Que haya mayor o menor consumo de estos productos se asocia con más o menos memoria reciente. En este sentido, un deficiente control de impulsos se asocia a una determinada dieta, que a su vez determina cambios en la microbiota.
Otro de los elementos mejor caracterizados es la vitamina B1. Se ha visto que pacientes con obesidad que tienen menos memoria presentan una microbiota con bacterias que secuestrarían la vitamina B1 dentro de ellas, limitando su absorción por nuestro intestino. Los trastornos de la cognición con los que se relaciona la microbiota son una menor memoria inmediata y menor memoria a corto plazo.
Desde un punto de vista cardiológico, la dieta y el estilo de vida son fundamentales para una buena salud cardiovascular, y adquieren cada vez mayor importancia. “Las bacterias intestinales son capaces de producir sustancias que regulan el equilibrio cardiovascular, por lo que una dieta cardiosaludable asegura una buena microbiota intestinal”, señala Julián Pérez Villacastín, director del Instituto Cardiovascular del Hospital Clínico de Madrid.
El modelo estudiado en el Clínico, en cuyo desarrollo también han participado Adriana Ortega Hernández, Rubén Gómez Gordo y Javier Modrego, del Laboratorio de Biología Vascular y Microbiota, es una insuficiencia cardiaca cuya evolución es muy similar a la que desarrollan naturalmente los enfermos con hipertensión. “En este modelo hemos observado que primero se alteró la microbiota intestinal y, después, la función y la estructura cardíaca”, destacan en este artículo de Diario Médico.
La microbiota de la piel
Pero hay otra parte de nuestro cuerpo donde la microbiota también juega un papel fundamental. Se trata de la fa flora microbiana que habita nuestra piel, y que tiene principalmente una función protectora. Por una parte, controlando el desarrollo de gérmenes nocivos y, por otra, estimulando el sistema inmune. Por tanto, si descuidamos nuestro sistema ecológico cutáneo tendremos más posibilidades de desarrollar infecciones y enfermedades inmunológicas como la dermatitis atópica.
En palabras de Marta alcalde, vocal de Dermofarmacia y Productos Sanitarios del Colegio de Farmacéuticos de Barcelona, a Diario Médico: «Los microorganismos de la microbiota secretan moléculas bioactivas, como péptidos antimicrobianos, bacteriocinas, betadefensinas, ácidos grasos libres…, que actúan directamente sobre los patógenos, impidiendo su entrada y supervivencia. También trabajan de forma indirecta, estimulando la producción de mediadores inmunológicos en queratinocitos y células de la dermis, que actuarán también sobre los patógenos impidiendo su entrada».
De hecho, el hábito perjudicial sobre la piel más extendido es el exceso de limpieza y, a su vez, realizarla con productos no adecuados.
José Antonio Rodríguez Piedrabuena es especialista en Psiquiatría y Psicoanálisis, y en formación de directivos, terapias de grupo y de pareja.