CEO, trabájate la comida de Navidad ——

Empleados y jefes esperan con más ganas que nunca la comida de Navidad. La pandemia deslució la anterior edición y tanto unos como otros llegan a estas fechas con ansias acumuladas. Quizá por eso el evento presenta en esta ocasión riesgos mayores a los que ofrece cada año, sobre todo para los organizadores. Sin embargo, como siempre, donde algunos ven un peligro, otros detectan una oportunidad.

Para estar entre estos últimos, hay que trabajarse la gala con antelación. Es necesario que quien organiza anticipe los peligros que pueden surgir durante la comida y localice las posibilidades que presenta la celebración para avanzar en positivo. Una buena planificación permitirá, por ejemplo, afianzar el sentido de equipo, generar optimismo, transmitir confianza y humanizar la compañía. La ausencia de una idea clara, sin embargo, puede provocar efectos contrarios: pesimismo, desconfianza, sospechas y alejamiento del personal. Para evitar esto último y conseguir lo primero, hay que aplicarse en concreto en dos aspectos esenciales. Por un lado, la escena. Por otro, el mensaje.

Una buena elección del restaurante, del menú e, incluso, de la disposición de las mesas y los asientos transmiten señales a los empleados y pueden ser utilizados para acercar posturas entre jefes y subordinados, facilitar el conocimiento entre departamentos, hacer sentir más cómodo a un grupo o integrar a otro que, por ejemplo, ha sido absorbido este año. Una decisión errónea, por el contrario, puede provocar distanciamientos, incrementar los recelos o las envidias entre el staff, alejar a grupos que ya estaban enfrentados e incluso humillar a todo un departamento.

Para tomar las determinaciones precisas, es importante reflexionar antes de la cita sobre quiénes somos como empresa, cómo es nuestro día a día, cuáles son nuestros valores y nuestra misión y hasta qué punto los comparte el personal, si hay grupos desplazados, alejados o menos involucrados o qué ha pasado durante el año (si ha habido ajustes de plantilla, pérdidas, traslados).

Ignorar la realidad y entender el evento navideño como un kit kat, un paréntesis, un parche o, incluso, una compensación solo puede tener efectos adversos. Es fundamental que los empleados palpen la coherencia entre los meses previos y la celebración. Una cena ostentosa en un lugar lujoso para empleados que han protagonizado paros y han ‘perdido’ compañeros no parece el mensaje más acertado, por poner un ejemplo.

Pero no solo el escenario transmite

Los mensajes explícitos son tremendamente relevantes en un hito de estas características. Es peligroso, por eso, que el discurso del presidente, del CEO o de quien corresponda se improvise en un contexto de alegría pasajera. La oportunidad de afianzar el sentimiento de pertenencia se puede convertir fácilmente en desacierto y hasta en un daño reputacional para un directivo que se arriesga a coger el micrófono sin haberlo preparado. El discurso hay que trabajarlo también para este momento.

Es hora de hacer un balance sobrio, de agradecer a quien lo merezca, de reforzar a quien lo necesite (sin dejarse a nadie) y, si acaso, de adelantar algunas líneas generales de cara al próximo curso. Sin concretar demasiado, porque no es la ocasión de adquirir compromisos demasiado ambiciosos o irreales. Adentrarse en el arriesgado territorio de las promesas innecesarias mejor dejarlo para otros. Los incumplimientos dañan la credibilidad de alguien que debe ser la brújula de la organización y no hay necesidad de incurrir en ese error.

Durante la celebración, por último, es bueno acercarse a los empleados que habitualmente no tienen contacto con los jefes supremos. Es un momento excelente para que el personal vea en ellos humanidad para afianzar lazos, detectar intereses comunes, motivar a los trabajadores que más lo necesitan y, por supuesto, aprender.

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