Si hay dos episodios extraordinarios del escenario de noticias falsas difundidas por robots para redes sociales gestionados por consultoras de comunicación, son Cambridge Analytica y Birnbaum & Finkelstein. Del primero se conoce casi todo. Que Facebook “vendió” a Cambridge Analytica -con fines académicos-, información detallada de 50 millones de sus usuarios sin su permiso y violando las políticas de uso de esa red social.
“Mediante una aplicación ideada para contestar a un cuestionario sobre la personalidad e intereses políticos de los encuestados y de sus amigos, construimos modelos para explotar lo que sabíamos de ellos y apuntar a sus demonios internos” recuerda Christopher Wylie, el ex empleado de Cambridge que desveló el escándalo.
Donald Trump contrató en 2016 por más de 6,2 millones de dólares los servicios de esta consultora que se dedicó a propagar millones de mensajes personalizados con informaciones falsas sobre sus opositores (Obama, Hillary Clinton…) entre una audiencia dispuesta a creérselas. Cambridge conocía su predisposición a recibir estímulos personalizados en función de su estado emocional y político. Nadie duda de que esta campaña fue decisiva para la elección de Donald Trump como presidente de los Estados Unidos. Pero poco se sabe de la demonización del financiero Georges Soros orquestada en todo el mundo por el tándem Birnbaum & Finkelstein, por encargo del primer ministro húngaro, Viktor Orban.
Según relata Hannes Grassegger en Buzzfeednews, el equipo del famoso inversionista y benefactor de origen húngaro, se vio sorprendido de repente por una avalancha de noticias falsas, todas negativas, referidas a él y su actividad profesional. Personaje perverso, traficante de drogas, extremista, conspirador nazi, judío, que ayudó al derrumbe de la Unión Soviética para llenar Europa de refugiados islamistas. Lindezas por respaldar al partido demócrata de los Estados Unidos y criticar el Brexit del Reino Unido. No hay más que echar un vistazo a la red para comprobar ese alud de insultos en numerosos idiomas, incluido el castellano.
George Eli Birnbaum y Arthur Finkelstein, judíos como el propio Soros, trabajaron en secreto desde 2008 para la campaña de Viktor Orban. Su victoria electoral les demostró el éxito de su estrategia.
Finkelstein, ya fallecido, había desarrollado un método convertido en guía práctica para el populismo moderno. Su premisa se basa en que cada elección se decide antes de iniciarse. “La mayoría de los electores saben por quién votarán, a qué apoyan y a qué se oponen. Es muy difícil convencerlos de lo contrario. Es mucho más fácil desmoralizar a las personas que motivarlas. Y la mejor manera de ganar es desmoralizar a los partidarios de tu oponente”. Eso es lo que Trump hizo con gran efecto contra Hillary Clinton, y lo que quiso decir cuando, después de las elecciones, agradeció a los negros norteamericanos no haber ido a votar.
No hay que ir muy lejos para constatar que el método se ha expandido. A los electores les motivan las cuestiones simples y a los consultores polarizar con el miedo sobre esas cuestiones simples. “Y el que no ataque primero, será la víctima, el derrotado”. De manera que todo lo que se exagere o mienta sobre el opositor para destruirlo es válido. Su consejo a los candidatos clientes es que no hablen de sí mismos, sino que centren su campaña en destruir a sus oponentes. Inundar, a través de las redes sociales y otras plataformas, caudales de noticias falsas o sospechosas del contrincante a derrotar.
Siempre eso sí, mediante la identificación de un enemigo; si no es Soros porque encarna el liberalismo o al peligroso capital extranjero será el temor a la islamización de Europa por los refugiados, a los inmigrantes que roban puestos de trabajo, a la ley de violencia de género que machaca a los varones, a los acuerdos con los independentistas que rompen España….
Inmaculada G. Mardones
Editora de Geotermia Online. Antes, jefa de sección en EL PAÍS y directora de comunicación del Ministerio de Fomento