El botellón tiene consecuencias

Dirigido a los políticos que quieren los votos de los jóvenes bebedores y hasta ahora les habilitan espacios para ello, deben saber que:

El consumo repetitivo de alcohol durante la adolescencia puede afectar a las funciones cerebrales en las generaciones futuras, lo que podría poner a su descendencia en riesgo de enfermedades como depresión, ansiedad y trastornos metabólicos. La amígdala parece jugar un papel en el consumo excesivo de alcohol, siendo dañada por episodios repetidos de intoxicación y abstinencia. El alcoholismo se asocia con una atenuación de la activación en las redes del cerebro responsables del procesamiento emocional, incluyendo la amígdala. La proteína quinasa C-épsilon en la amígdala parece ser crítica para el desarrollo de los trastornos por la ingesta excesiva de etanol.

«El consumo excesivo de alcohol en adolescentes no sólo es peligroso para el desarrollo cerebral de los adolescentes, sino que también puede afectar al cerebro de sus futuros hijos», afirma Toni R. Pak, profesora asociada en el Departamento de Fisiología Celular y Molecular de la Escuela de Medicina de la Universidad Loyola Chicago en Estados Unidos.

En un estudio realizado por este departamento, encontraron “159 cambios en los genes de la descendencia de madres que bebían, 93 cambios de genes en la descendencia de padres que consumían alcohol en exceso y 244 cambios de genes en los hijos de madres y padres ambos expuestos al consumo excesivo de alcohol”.

La investigación es la primera en mostrar una vía molecular sobre el motivo por el que el consumo excesivo de alcohol por cualquiera de los padres puede causar cambios en la salud neurológica de las generaciones posteriores, según los autores. La nicotina hace el efecto de la acetilcolina. Van las dos a parar a receptores neuronales, pero una vez que se ha ido subiendo la dosis de droga, esos receptores pierden eficacia receptora y se necesita más y más droga. El nivel normal del cerebro ya no hace efecto y aparece el vacío, la desazón, el malestar de la carencia de la sustancia natural, la acetilcolina.

La nicotina también afecta fuera del cerebro, incrementa el ritmo cardíaco, sube la tensión, envejece la piel por su efecto vasoconstrictor que disminuye el riego de la misma y por tanto su nutrición; en fin, pone al sujeto en actitud de lucha. Por eso los tímidos la necesitan, los coloca en un nivel de estrés necesario para decidir, un placer en sí mismo para el que no tiene medios mentales en ese momento para salir de una situación.

Procesos neurobiológicos

No basta con mirar el teléfono, hay que estar enganchado tres horas. Y, como con todas las drogas, incluidas las duras y las blandas, se dejan otras tareas que el cerebro ya no interpretará como recompensa: estudiar, una conversación cara a cara, hacer las tareas escolares, eso ya no es recompensa. Las conductas adictivas constituyen un trastorno mental, tal y como ha demostrado la investigación científica y las neurociencias. Existen procesos neurobiológicos y medioambientales involucrados en el comportamiento de las adicciones tanto a sustancias (tabaco, cocaína, cannabis, alcohol…) como sin ellas (juego, sexo, alimentación…) y muchos miles en marketing para llevar a los niños desde los doce años a la adicción al juego.

La persona que recurre a las adiciones del cualquier género y se convierte en adicto es porque le faltan recursos mentales o emocionales, o del entorno afectivo, o no sabe frenar las presiones del ambiente y, seguramente, tiene poca amplitud del menú que nos ofrece la vida para disfrutar. Esto se manifiesta cuando la vida requiere de nosotros emplear todos los recursos. El adicto le faltan recursos y se defiende achicando su emocionalidad.

«El motivo de que se cuestione la adicción como un trastorno mental quizá se debe, entre otros motivos, al desconocimiento de los mecanismos neurobiológicos que subyacen a estas conductas y que la investigación en neurociencias comienza a aclarar», según explica Nora Vokow, directora del National Institute on Drug Abuse de Estados Unidos. En su opinión, «el concepto de adicción como un trastorno de la mente desafía valores profundamente arraigados en la opinión pública sobre autodeterminación y responsabilidad personal que señalan el uso de drogas por estas personas adictas como un acto voluntario y hedonista, algo poco real».

No es verdad que se fuma o se toman dogas por la libertad personal porque el cerebro está atrapado y descompuestos los mecanismos del placer y del aprendizaje. Pero las drogas también son las ideologías, y de las peligrosas, como ya demostró Cervantes. «El Quijote» veía la realidad a través de los libros. Algunas catástrofes y crímenes de las guerras y las revoluciones se originan en unos pocos adictos a ideologías, siguen como el Quijote unas lecturas, aunque ahora, no de caballerías; pero, todo lo que ven lo referencian a su ideología.


José Antonio Rodríguez Piedrabuena 
Especialista en Psiquiatría y Psicoanálisis

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