La IA, la robótica y en general la automatización llevan décadas ejerciendo un severo efecto sobre la sociedad en general y sobre el mercado laboral en particular. En un futuro próximo el trabajo y el trabajador dejarán de ser una de las importantes fuerzas productivas que hoy son. Ha llegado el momento de plantearnos qué futuro queremos.
La tecnología destruye algunos empleos y crea otros. Hasta el momento ambas tendencias estaban equilibradas. Multitud de empleos del pasado han desaparecido mientras otros nuevos se han creado. El código de barras dinamizó el comercio mundial creando millones de nuevos empleos. Otros han desaparecido y, por poner uno de los innumerables ejemplos, los relacionados con la banca se reducen aceleradamente.
El ritmo de creación de empleos no es suficiente para contrarrestar la destrucción generada por la automatización. Pensar que tendremos millones de empleos tecnológicos es ilusorio. Cuando Facebook compró Whatsapp, esta empresa tenía 50 empleados. ¿Podremos crear nuevos empleos con un modelo así? La realidad es que las horas anuales trabajadas en cada país no cesan de descender.
La tecnología es buena y ha ayudado a crear un mundo mejor donde todos los indicadores tienen tendencias positivas. Mejoran la salud, la esperanza de vida, la educación, la violencia, el PIB mundial, la riqueza, la igualdad y la democracia por poner algunos de los ejemplos más relevantes.
El trabajo ha dejado de ser lo que fue. La gente desea trabajar por los ingresos que reporta, pero muy pocos se ven realizados por su trabajo. Liberar a millones de personas de trabajos rutinarios o penosos es bueno siempre que las condiciones económicas no empeoren. Millones de personas viven de subsidios y la renta básica universal es una alternativa que avanza con fuerza.
Mientras tanto, la desigualdad aumenta: los dueños de la automatización son cada vez más ricos y el 1% de la población mundial tiene tantos recursos como el 99% restante. Esto es inaceptable, tanto moral como económicamente.
Si en al futuro no trabajamos, ¿qué haremos con nuestras vidas? Algunos tendrán respuestas, pero muchos no. Es esencial plantearse los nuevos retos educativos. No podemos formar a nuestros jóvenes para un mundo que ya no existe. Ser libres requiere un esfuerzo y un plan. No podemos demorarnos más.
Antonio Orbe
Experto en tecnología