José Antonio Rodríguez Piedrabuena —— ¿Ideología o ciencia en la salud del cerebro?

Los desequilibrios, las alteraciones de la salud mental, las alteraciones psiquiátricas, emocionales y conductuales, se deben a cambios específicos en el funcionamiento de las neuronas y sus sinapsis. Dichas alteraciones cerebrales se originan cuando alguna parte de los circuitos neuronales es hiperactiva, está inactiva o es incapaz de intercomunicarse con eficacia. La disfunción puede deberse a una lesión, a cambios en las conexiones sinápticas o a un mal cableado del cerebro durante el desarrollo que empieza en el vientre materno. En función de las regiones a las que afecten, los trastornos cambian nuestra forma de experimentar la vida, modifican uno o varios aspectos de la naturaleza humana: emoción, cognición, memoria, interacción social, libertad de elección, motricidad, conducta ética…

Desde el tercer mes del embrazo hasta la muerte se crean y se eliminan, se fortalecen o se debilitan las conexiones entre las estructuras cerebrales responsables de las emociones, el pensamiento, la memoria y la acción, conexiones que resultan determinantes para nuestro sentido de identidad.

La mente humana, se origina en el cerebro mediante factores genéticos, bioquímicos, ambientales o epigenéticos. El cerebro solo no es nada, forma parte del cuerpo, manda sobre el cuerpo y está influido, comandado por él. Así que cuando tratamos de hablar de salud o enfermedad no sirve de mucho si no lo comprendemos como un todo de unidades inseparables.

El ambiente está fuera y dentro de nosotros. Dentro en forma del aluvión de estímulos y experiencias de los primeros años, luego la influencia de los compañeros en la adolescencia y finalmente la poca influencia que ejerce el exterior pero que activará o desactivará los contenidos emocionales creados, introyectados en la más tierna infancia. El infante emocional, que fuimos y somos, impulsará desde lo más profundo, nuestros deseos y las decisiones; tampoco nunca dejaremos atrás muchos rasgos del adolescente que experimentamos. Aunque, todo ello está generalmente actuando fuera de la conciencia.

El primer ambiente: el embarazo, los factores como el déficit nutricional, las infecciones, la exposición a toxinas o al estrés y, posteriormente, la insuficiente presencia de calidad de los padres para mantener un clima de calma que interaccionará con los genes y aumentan el riesgo de dañar las vías dopaminérgicas del feto y de los primeros meses.

Las carencias o no de estimulaciones sensoriales y de la calidad de las relaciones sociales durante los primeros años de vida modulan la estructura del cerebro. Desde nuestro interior las hormonas y otras sustancias que se producen en el cerebro son imprescindibles para un sano crecimiento del encéfalo, por lo que su déficit tiene consecuencias deletéreas y perdurables sobre la cognición y la conducta.

De todo ello que, por supuesto, está muy simplificado, dependerá el desarrollo de los circuitos que modulan nuestro pensamiento y la voluntad, como los del córtex prefrontal: circuitos de la inhibición de los impulsos y el carácter moral, la empatía, la autocrítica, la capacidad de prever y considerar consecuencias. Una estructura que con su enorme desarrollo nos diferencia del resto de las criaturas con cerebro, podemos decir que es lo más humano. Los demás componentes de nuestro cerebro son comunes con el resto de animales, somos simios un poco diferentes. Se ha viciado todo. Las mascotas tienen sentimientos; pues las plantas, los insectos también reaccionan y se comunican,

La salud mental también depende del sistema límbico, conjunto de estructuras donde nacen las emociones y la gestión de nuestra vida biológica. Regiones importantes para el pensamiento, la memoria, los instintos y la fisiología de nuestro cuerpo y sus funciones.
Esas regiones, módulos, estructuras y funciones mentales nos mantienen normales o alterados y están fuera de la conciencia.

Las alteraciones de la mente surgen cuando ciertas partes de la circuitería neuronal —algunas neuronas y los circuitos en que se encuentran— son hiperactivas, están inactivas o son incapaces de comunicarse de modo eficaz. Lo que significa es que el cerebro trabaja como una unidad funcional, utilizamos todo el cerebro, no como se dice, un diez por ciento.

Necesitamos el ambiente familiar para terminar algo de tal complejidad, y constituye el reto en el que estamos empeñados por conocer desde hace más de un siglo: la mente. El asunto principal son los años que necesita el cerebro humano, en el seno familiar, para completar el 70% de su desarrollo cerebral, que requiere de unas condiciones, estímulos sensoriales, entrega y dedicación emocional afectiva, nutrición adecuada, estabilidad emocional; una suma que, casi resulta un milagro que reciba lo que en cada momento ese cerebro necesita. Por consiguiente, lo que se puede esperar es que una inmensa multitud no haya terminado su desarrollo y tenga un cerebro en cuyo origen están las alteraciones de la salud mental y demás fracasos de su vida emocional: psicopatías, alteraciones neuróticas, personalidades narcisistas, personas sin empatía, trastornos obsesivos, violencia y descontrol, adicciones, fanatismos, las miles de personas que desde las redes suelta bilis, aquellos que quieren destruir lo que hemos sido y lo que somos, incendiarios, estafadores, cínicos y el gran etcétera que da como resultado sociedades alteradas y prestas a enfrentamientos, ahora y antaño.

No solo el cerebro, las bacterias de nuestro intestino modulan de forma considerable el funcionar de nuestro cerebro, también desde el estómago y el páncreas.
El sistema óseo -y como resultado del ejercicio-, como órgano endocrino que es, libera una hormona denominada osteocalcina que actúa sobre muchos órganos del cuerpo y también llega al cerebro, donde es necesaria para la memoria espacial y el aprendizaje, interviniendo en la producción de serotonina, dopamina, GABA y otros neurotransmisores, que están en el fondo de nuestros estados emocionales, de nuestro carácter, de nuestra manera de sentir y vivir. ¡Así de importante es hacer diariamente ejercicio!

La falta de ejercicio también afectaba a la pérdida de memoria relacionada con la edad. Ciertamente, estimula la producción de PKA, CREB y RbAp48, esto es, las proteínas necesarias para la formación de la memoria. El cerebro necesita también de los músculos para la irisina, porque inducen la protección, “la salud” y supervivencia de las neuronas.
Insisto en que, para mantener la salud mental, es imprescindible el deporte, porque además de endorfinas, libera anandamida, factores de crecimiento para las neuronas recién “nacidas” y osteocalcina, todo lo cual produce una remodelación de la arquitectura cerebral. Y los gimnasios se consideran un artículo de lujo, no un medicamento de toma diaria.

Y, lo que podemos definir como desarrollos no terminados, fundamento de la falta de salud mental, necesitarían de algo que la inmensa mayoría rechaza y quiere ignorar: la terapia psicológica, la terapia dinámica para lograr salir de los atolladeros en que se encuentran tantas personas en su vida emocional; y, sobre todo, que pueda terminar aquellos aspectos de la personalidad que debido a su complejidad no se logró. La terapia cambia el cerebro. Así lo han demostrado, entre otros, Eric Kandel, después de Cajal, dos premios Nobel. Por tanto, muchas personas podrían mejorar si no le aquejara ese temor animal a lo desconocido, a la dependencia de profesionales experimentados.

Parece que queda poco margen para suponer que la mente y sus alteraciones de la salud mental, se deban fundamentalmente a las relaciones socioeconómicas. Queda mucho por reflexionar si estamos enfocando o no hacia lo esencial para la salud: la educación y la familia. Y, que nos dejen tranquilos como sujetos de propaganda y manipulación, cómo productos de un mercado político dominado por la ferocidad sectaria.

 

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