José Antonio Rodríguez Piedrabuena—— Inteligencia emocional y cursos sobre la misma

El sistema emocional es un sistema anticipatorio y programado genéticamente para la supervivencia, que toma el mando porque es mucho más rápido y organizado; no en vano, empezó hace cientos de millones de años en cerebros bajo una estructura protectora, el cráneo. Hubo una prioridad evolutiva, se pasó desde una acumulación de neuronas potente, para la percepción química en seres muy primitivos, crecer hasta formar un cerebro para los nuevos canales; la vista, el oído, los órganos de la locomoción… y, se fundó el cerebro, un conjunto de estructuras multimodales. El cerebro de la mosca de la fruta, del tamaño de un punto ya tiene cien mil neuronas. Por eso las emociones se nos adelantan o nos dirigen son un sistema de alerta temprana.

Conquistaremos un poco de mando sobre estas estructuras profundas de lo que, muy simplificadamente, llamamos sistema emocional, y ganaremos terreno a algo tan primitivo mediante entrenamiento. Este sistema es increíblemente antiguo y está implicado en la conservación de nuestra vida, indistinguible de nuestro sistema glandular, inmunitario, sistema que engloba nuestros fluidos metabólicos, nuestras constantes vitales, todos los óranos del cuerpo, incluyendo la flora intestinal.

En este sentido, es ingenuo creer que un sistema como el emocional pueda ser cambiado con un cursillo o con unos ejercicios que no se basan necesariamente en conocimientos anatómicos, epigenéticos o de neuro-biología. No existen trucos para modificar la manera de funcionar del cuerpo humano.

Cambiar algo de nuestros hábitos, de nuestro estilo vital, de la manera en que vivimos las cosas, es hablar de nuevas conexiones entre neuronas, de alteraciones de los circuitos ya establecidos y sus interconexiones, de modificaciones genéticas para producir nuevas proteínas dentro de las neuronas para aprender o borrar lo sabido, y con resistencias a insertar en nuestra mente la temida complejidad.

No se puede esperar que un fin de semana haciendo ejercicio o de retiro en un hotel cambie en profundidad al personal de una empresa. Generará un impacto, un choque emocional, pero si fuese capaz de tener un profundo cambio en el ser humano, implicaría que nuestro cerebro sería muy frágil; cada día sería una conmoción y estaríamos desequilibrados.

Todas las células de nuestro cuerpo, mueren y son remplazadas por otras, incluyendo las del sistema óseo. Pero las neuronas, no. Tenemos las mismas para toda una vida, porque han de ser conservadoras, conservan principios inmutables metabólicos, conservan lo que somos. Todos entendemos y consideramos necesario cambiar el cuerpo para ser competente en deportes, o la mente para ser experto en medicina; sí, pero con entrenamiento de años. Lo mismo dice la neurociencia para modificar, desarrollar, o poner a punto el sistema emocional; en este caso desde antes del nacimiento y en especial los primeros seis años, en el hogar.

Existe poco interés en profundizar sobre los orígenes, desarrollos, estructuras anatómicas complejas implicadas en el desarrollo mental, humano y físico. La prueba es que nunca se ha dedicado programas a explicar con cierto detalle los años, métodos, procedimientos mediante los que se llega a ser un experto en cualquier deporte, que equivale a decir, cómo han sido modificados sus cerebros para comandar tanta habilidad corporal, mental, de voluntad y persistencia en metas.

Esto entronca con la próxima ley de educación, según la cual, los maestros de primaria han de ser tutores del desarrollo emocional de sus pupilos y, por tanto, han de ser expertos. Es vano creer que enseñar en las escuelas juegos sexuales y otras prácticas para el desarrollo emocional de los niños es suficiente para prepararles para un futuro de retos, como la pérdida de plantas, animales, tierras de labor, sequías y la competencia científica, técnica y mejor productividad que la nuestra, desde un mundo globalizado. Esto requeriría formar a los enseñantes sobre neurociencia para que tengan una mediana capacidad en su revolucionario desempeño y despertar una conciencia sexual temprana en los niños puede tener impacto y consecuencias a lo largo de su vida.

“La humanidad ha perdido su razón”, afirma el filósofo Julián Baggini: “demasiada confianza en los sentimientos viscerales” (The Edge of Reason: A Rational Skeptic in an Irrational World. Julian Baggini. Yale University Press. 2016)

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