El agro está quedando desierto por falta de rentabilidad económica, todos sabemos que algunos desiertos o casi desiertos por la fiebre del oro se llenaron de habitantes. Los políticos dicen que hay que llenar los pueblos de servicios; aquí donde estoy los hay… para los que van quedando, los viejos. Otra paradoja es que en Castilla-La Mancha se sube el impuesto de bienes inmuebles, cuando casi la totalidad de esos bienes son propiedad de jubilados, eso es la política social.
Los que todavía están en el campo han soportado cerca de doscientos mil robos de cosechas, maquinaria, ganado solo en el año pasado en esta comunidad. Ninguno sería capaz de dejar su nómina a la intemperie con el sobre abierto. La nómina de los agricultores se ha acabado por años con estas bestiales inundaciones de septiembre.
En los campos desaparecen las especies. Las aves no pueden vivir con tan pocos insectos, porque queremos unas frutas que no tengan manchitas. Se ataca a los productores campesinos mediante precios de ruina y complicaciones burocráticas. La lechuga, el melocotón y otros productos, incluidos los frutos secos, se venden en los supermercados con un 500% de margen, y nadie hace nada, lo mismo que con el aceite de oliva o las patatas. Dice el ministro en funciones que son las leyes del mercado. ¿Qué leyes? Porque la complicación burocrática, los controles sanitarios, la garantía de salubridad que tienen nuestros productos, hace que se incrementen los costes de producción y se compite con los mismos productos, pero con procesos de producción y costes que no son los mismos. Para vender en EE.UU. hace falta unos exigentes protocolos de calidad sanitarios. ¿Con aquellos que competimos, exigimos los mismos protocolos que a nuestros productos? Conclusión: No podemos competir y habremos acabado con el sector primario.
Sin remediar esta situación dan subvenciones para que los jóvenes vuelvan al campo que no es ni será rentable para vivir de él; por eso se queda sin gentes, mientras no cambien muchas cosas en la generación de precios agrícolas y consumo cuya mayor responsabilidad recae sobre el ciudadano que compra.
Resultado: Desaparecen 800 mil pequeñas ganaderías cada año que sustentan aquellos pueblos donde están ubicadas. Los muy listos, entre los que no me incluyo, dicen que son las reglas del mercado. Mientras me como una manzana de Chile, que hasta llegar a mi mano a exhalado a la atmósfera muchos kilos de CO2 ¡Me sorprenden los listos! Los políticos, las centrales de compras y el ciudadano no se preguntan por qué ha desaparecido de España el 75% de las plantaciones de frutales. Y, dentro de nada, los cereales. Se quedan vacíos los pueblos porque se eliminan artesanos, ganaderías y explotaciones agrícolas por falta de rentabilidad. Los sueldos no se ajustan a la productividad, están muy por encima de ella.
Las aceitunas de Extremadura
El ministro se queda pasmado cuando la entrevistadora le indica que este año ha habido una producción muy baja de aceite en todo el mundo y el precio en España está bajando. En este año se están dejando las aceitunas de Extremadura en las olivas y las naranjas en sus árboles por falta de beneficio. Si las hubieran cosechado tendrían que poner dinero de sus bolsillos. Lo mismo está pasando con la leche, las legumbres que están exhalando CO2 en su camino desde Perú o las frutas de Brasil. En eso intervienen las grandes cadenas sometidas al consumidor que mira los precios en los lineales, de ello se encargan las centrales de compras y las grandes cadenas de distribución atacando al productor para poder satisfacer al ciudadano que no tiene conciencia de cómo repercute su decisión de compra en acabar con la ganadería y la agricultura en España. Ese ciudadano que no tiene mucho criterio, aparte del precio, contribuye a que se derrumbe la rentabilidad del campo y, en poco tiempo, sucederá casi todos los alimentos del campo vendrán de fuera embalados en millones de toneladas de CO2.
En el pueblo donde escribo esto hay dos de estos jóvenes, que han cobrado la subvención, han trabajado… y, al final, nada. Como los que abandonaron antes esas mismas tierras sin rentabilidad ni siquiera para subsistir. Con precios, por ejemplo, de cereales de hace 30 años y gastos para conseguirlos del siglo XXI. Vuelvo a insistir: ¿Cual es el precio en términos de destrucción del clima de una fruta que viene de Chile a España, alcachofas y espárragos de China, cual su exhalación al ambiente de CO2 por su transporte? ¿Con las mismas garantías que los espárragos de Navarra?
Es que no queremos entender cómo destruimos nuestro planeta. El consumidor ha acabado con la posibilidad de cultivar en España, legumbres, las patatas, naranjas y puede que olivos.
José Antonio Rodríguez Piedrabuena
Especialista en Psiquiatría y Psicoanálisis