“La motivación es lo que te hace comenzar. El hábito es lo que te hace seguir”
Jim Rohn
Cada una de las cuatro zonas cerebrales tiene un cometido específico, pero tenemos que activar las cuatro para tener éxito en la vida y para conseguir lo que nos proponemos. Con el cerebro reptiliano nos ponemos objetivos y entramos en acción. Con el cerebro límbico creamos relaciones, las cuidamos y formamos parte de un grupo. Con el neocórtex aprendemos, evolucionamos y buscamos soluciones. Y con el cerebro prefrontal damos sentido a nuestra vida y trabajamos en el propósito de nuestra existencia.
El primero, el más básico, es el cerebro reptiliano y es importante trabajarlo porque aquí está el poder, la confianza: el hacer, el conseguir. El cerebro reptiliano no es reflexivo y actúa de manera inconsciente y por instinto. Ni piensa ni siente, vive en el eterno presente, y se mueve por impulsividad. Al ser nuestra propia supervivencia su función principal, trata también de evitar que consigamos nuestros objetivos personales ya que se siente seguro sólo en terreno conocido: cuando no controla la situación, se siente amenazado y prefiere huir y escaparse antes de enfrentarse a algo nuevo. Si está acostumbrado a actuar de una cierta manera por los hábitos que hemos adoptado, seguirá haciéndolo así como método de protección.
¿Pero qué pasa cuando somos conscientes de que esos hábitos nos perjudican? ¿Cuando sabes que tu alimentación está perjudicando tu salud? ¿Cuando tienes claro que tienes una relación tóxica? ¿Cuando crees que estás enganchado al móvil? ¿Cuando sabes que estás gastando más de lo que puedes y necesitas? Una vez que reconoces emociones negativas (cerebro límbico) en tu forma de actuar, es necesario cambiar esas acciones con el fin de no caer en la queja y la culpa. Trazar un plan de acción (neocórtex) y llevarlo a cabo con disciplina es la única solución. Pero para ello, hemos dicho que hay que encontrar un propósito (cerebro pre-frontal), la razón por la que lo hacemos: si no, rápidamente tiraremos la toalla porque el cerebro reptiliano volverá a su zona de confort. ¿Entiendes ahora cómo funcionan los cuatro cerebros?
La única forma de convertir al cerebro reptiliano en nuestro mejor aliado es estableciendo hábitos para que en lugar de huir y no querer salir de su zona de confort, nos ayude a conseguir nuestros objetivos controlando los impulsos. Para ello es necesario un alto nivel de compromiso hacia uno mismo y de disciplina. Cuando entendemos el valor de los buenos hábitos y la importancia de implementarlos en nuestra vida, los cambios resultan más fáciles.
Stephen Covey publicó en 1989 el best-seller Los siete hábitos de la gente altamente efectiva, enfocado al desarrollo de la productividad personal y del liderazgo. Para Covey, una persona solo puede tener verdadero éxito en la vida y en el trabajo cuando aprende y desarrolla una serie de hábitos a través de los cuales es capaz de gestionar el tiempo y de dar prioridad a cada tarea. Y aunque parezca que se centra en el trabajo y no en temas personales, este libro es un manual para no hacer nada a ciegas, mejorar la eficiencia, decidir cuáles son nuestros objetivos y trabajar en conseguirlos sin tirar la toalla. Aplicable a todos los aspectos de la vida y, por supuesto, al dinero.
Recordemos: tus números te hablan de lo que pasa dentro, porque lo de fuera es reflejo de tu interior. Por eso los tres primeros hábitos de Covey tienen que ver con el autodominio. Son las “victorias privadas”, la esencia del desarrollo del carácter: de adentro hacia afuera.
- Proactividad: asumir la responsabilidad de tu vida y desarrollar una respuesta consciente ante cada situación, acorde con tus principios y valores.
- Comenzar con un fin en mente: hacer que nuestra vida tenga razón de ser, dirigiendo las acciones a lo significativo para nosotros.
- Poner primero lo primero: dedicar tiempo a las actividades que dan sentido a nuestras vidas, priorizando lo importante y no lo urgente.
Estos hábitos marcan el carácter al llevarnos de la dependencia a la independencia. Sin el éxito privado no podremos llegar al éxito público porque necesitamos que todo lo que hagamos cada día tenga cierta constancia y estemos motivados y eso depende sólo de nosotros. Como dice Covey, siguiendo estos principios podemos convertirnos en “arquitectos de nuestro propio destino”. ¿Ves como estos tres hábitos están relacionados con el para qué y el por qué de nuestras acciones?
No importa lo que quieras mejorar, solo podrás llegar allí si primero te cambias a ti mismo; y la manera más segura de lograr un cambio duradero en ti mismo es desarrollar los hábitos correctos. La realidad es que somos criaturas de hábitos, no solo cómo actuamos, sino también quiénes somos. Las rutinas definen nuestra personalidad y, al igual que la gravedad, impulsan nuestro comportamiento en una dirección específica. El éxito no se persigue, solo es atraído por la persona en la que te has convertido así que con disciplina y dedicación se puede alcanzar cualquier propósito que tengas en la vida.
Próxima Semana: Hábitos, cerebro y su aplicación financiera
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Rocío Ledesma del Fresno
Manager de Dextra Corporate Advisors y consejera de Navis Capital Desarrollo, SGEIC