Un monarca discreto, preparado y con alto sentido de Estado

Aquellos que nos ha tocado representar a España, a todas sus expresiones políticas y culturales, y a sus variados intereses económicos, hemos tenido que aprender -porque no se nace con esa capacidad- a hablar -independientemente de nuestras ideas- de  esas expresiones, con imparcialidad, con neutralidad en las polémicas políticas; a rebajar tensiones bilaterales con los  países en los que estábamos acreditados, y a tratar con absoluta discreción cuando se trataba de temas de alta política o de informaciones privilegiadas o secretas. Como se suele decir, datos “para conocimiento exclusivo o restringido”. Y les aseguro que no es fácil.

A nadie le debería extrañar que nuestro monarca, educado con enorme esmero, consciente por propia experiencia familiar del escrutinio inmisericorde sobre la institución monárquica, y al corriente con detalle como nadie de nuestros avatares políticos internos y externos, sepa interpretar adecuadamente y con precisión la complejidad de representar a un Estado pluricultural y multilingüe. Además, nuestro país en sus últimos años ha pasado -sin olvidar los muchos logros envidiables- por vaivenes políticos sorprendentes, ha desterrado, posiblemente para siempre, el bipartidismo, y vive tensiones territoriales de difícil solución. Algo nada fácil de explicar en otras latitudes.

Saber resumir todo ello ante el presidente de Israel, país convulso por excelencia, en la lapidaria frase “nuestro país ha vivido en los últimos tiempos un contexto político algo complejo” y “ahora empieza un nuevo ciclo”, al contrario de parecer una expresión banal, es, por su sencillez, una sabia expresión de cordura, imparcialidad política y sentido positivo de Estado. Es algo, por supuesto, que se le supone a un rey y jefe de Estado, pero que en estas circunstancias actuales de hartazgo de la sociedad por la repetición electoral, de un lenguaje político ríspido e insultante y de sensación de ausencia de lo qué son las prioridades de España, nos invita no solo a reconocer la perspicacia del monarca, sino a meditar el mensaje de que hay un “nuevo ciclo” político que debería aprovecharse.

Los españoles en general estaríamos encantados de que este “nuevo ciclo” se pudiera emplear en conseguir consensos de Estado en la educación, el sistema de pensiones y en el abordaje del reto catalán, por ejemplo.

Creo que Felipe VI tiene preparación, sentido amplío de Estado, y tablas -si se me permite- para representarnos con eficacia fuera y dentro de España. Lo sabemos los que hemos tenido la oportunidad de verle trabajar de cerca, Pero estoy seguro de que en algún momento nuestro monarca preferiría definir y resumir fuera lo que nos pasa dentro con un “vamos bien, estamos bien y estamos inmersos en un buen ciclo”, parafraseando a un ex presidente argentino. Sería también una expresión generalista y vaga, pero, sin duda, un poco más optimista, de esa España que estamos anhelando en los últimos tiempos muchos millones de españoles.


Carmelo Angulo Barturen 
Diplomático desde 1977. Ha sido Embajador de España en Bolivia, Colombia, Argentina y México y Coordinador de la ONU en Nicaragua y Argentina. Director del Instituto para la Cooperación de la Universidad Camilo José Cela y Vicepresidente Segundo de la Fundación Francisco Luzón. Fundador y socio director de la consultora Angulo Barturen Diplomacia Corporativa (ABDC).

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