“La excelencia es un arte ganado a base de entrenamiento y hábito. No actuamos correctamente porque tengamos excelentes virtudes, sino que somos virtuosos porque actuamos correctamente. Somos lo que hacemos repetitivamente. La excelencia entonces no es un suceso sino un hábito”
Aristóteles
Muchos nos preguntamos cuál es el secreto que se esconde detrás de los triunfadores. El éxito no es cuestión de suerte o azar: detrás de una persona exitosa hay un gran esfuerzo logrado a lo largo de los años y cultivando hábitos que los hacen estar en el lugar que se merecen. Y esto es válido en todos los ámbitos de la vida, tanto profesional como personal, así como financiero.
Decía Confucio que “la voluntad de ganar, el deseo de tener éxito, el deseo de alcanzar tu pleno potencial… Estas son las llaves que te abrirán la puerta a la excelencia personal.” Todos debemos buscar la excelencia personal, seguir un proceso de mejora continua en todas las facetas de la vida y, por ser proceso, nunca acaba. Siempre podemos mejorar, crecer… y yo diría que siempre debemos hacerlo, que estamos en la obligación de hacerlo.
Ser excelente es hacer las cosas lo mejor que se pueda, dedicar todo el esfuerzo y energía a cada tarea y a cada relación, según las posibilidades y aptitudes que cada persona posea Ser excelente es mejorar continuamente para desterrar hábitos negativos y adquirir otros positivos. Y no solo hay que desarrollar buenos hábitos, sino competencias, definiendo estas no como habilidades, sino como el desempeño excelente. Ser competente se puede trabajar a base de buscar la excelencia en cada una de las facetas que queremos desarrollar. De esta manera, si conseguimos ser competentes desde un punto de vista económico, podremos decir que hemos conseguido la excelencia financiera. Y ello no sólo depende de ganar mucho dinero, sino también de ahorrar, elegir nuestros gastos, disfrutar, compartir y evolucionar.
La Real Academia Española define competencia como “pericia, aptitud o idoneidad para hacer algo o intervenir en un asunto determinado”. En el marco en el que estamos, esta definición se queda corta, ya que pretendemos dotar a la competencia de un nivel más elevado de perfección y habilidad. Para Goleman, la capacidad de entender y trabajar con los sentimientos depende de diferentes competencias emocionales y hablaba de que si alguien tenía una inteligencia emocional alta era porque se le consideraba excelente en la totalidad de dichas competencias emocionales. Para él, la competencia emocional era una “capacidad adquirida, basada en la inteligencia emocional, que da lugar a un desempeño sobresaliente”.
Es por ello que en la inteligencia emocional no nos centramos en una sola capacidad, sino en varias, que se retroalimentan y se influyen las unas a las otras. Es por ello que tener una preferencia cerebral no es suficiente, sino que hay que trabajar los cuatro cerebros e interiorizar las fortalezas de cada uno de ellos.
Conocer nuestro cerebro preferente es clave para mejorar nuestra situación financiera, pues no sólo nos ayudará a desarrollar nuestros puntos fuertes, sino especialmente a ser conscientes de nuestras debilidades y a trabajar en ellas. Pulir las áreas de riesgo y desarrollar lo bueno del resto de cerebros es lo que construirá en nosotros el carácter necesario para alcanzar una prosperidad sólida y duradera.
No basta con poseer las habilidades propias de nuestro cerebro preferente si no desarrollamos el carácter necesario para controlarlo. Si crecemos como personas, creceremos en todas las áreas de nuestra vida, incluyendo por supuesto la financiera. La autocrítica es una práctica sana si eres consciente de tus propios fallos o defectos, los asumes y te propones corregirlos o atenuarlos en la medida de lo posible. Es una autoevaluación gracias a la cual aprendes y vas ajustando tu comportamiento y mejorando aquello que es susceptible de mejora.
De nada nos servirá tener don de gentes si gastamos para gustar a los demás. Tampoco nos servirá tener una gran capacidad de liderazgo ni ganar mucho dinero si las decisiones que tomamos nos llevan a la quiebra financiera. Ni vale para nada tener una gran capacidad de análisis si todo se queda en planes.
Si usamos la acción del cerebro reptiliano, junto con la alegría y don de gentes del límbico, el análisis del neocórtex y el compromiso y la búsqueda de utilidad del cerebro pre-frontal, tendremos todo lo necesario para alcanzar el éxito. Disciplina, empatía, reflexión y utilidad son los elementos básicos para alcanzar nuestros objetivos.
El autoconocimiento nos dignifica y hermana con lo que somos, con nuestra esencia. Cuando entendamos cuáles son nuestras fortalezas, podremos ayudar a nuestra voluntad a generar hábitos de excelencia desde los que afrontar las adversidades como si fueran oportunidades. Lideraremos nuestra vida cuando gestionemos los regalos que nuestra genética nos ha dado y, a través de ellos, nos comprometamos a alcanzar nuestro propósito.
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Rocío Ledesma del Fresno
Manager de Dextra Corporate Advisors y consejera de Navis Capital Desarrollo, SGEIC