Éxito = los 4 cuatro cerebros en acción

Resérvate tiempo para conocerte y focaliza tu propósito. No hay meta demasiado alta que con pasión, fe y perseverancia no se pueda alcanzar

 Bernardo Stamateas

 

Todas las teorías sobre la motivación coinciden en que el éxito está en nuestra capacidad de ponernos objetivos, de tener retos y desafíos que afrontar y de lograr nuestras metas. Para conseguir un objetivo tenemos que estar motivados. La palabra motivación proviene del latín motivus (movimiento) y el sufijo -ción (acción y efecto): es la causa de una acción, la causa del movimiento. Si te fijas, la palabra emoción viene del latín emotio, emotionis, nombre que se deriva del verbo emovere (mover) y el prefijo e-/ex- (de, desde): impulso.

Cuando dices que estás motivado, simplemente significa que estás muy emocionado de hacer algo. La motivación viene de la emoción y la emoción viene del pensamiento: la motivación para conseguir un propósito permanece cuando el pensamiento está en sintonía con la emoción. Por ello es imprescindible cultivar y alimentar el pensamiento para que la motivación no se diluya: la clave está en centrarnos en la fuerza del pensamiento para crear los hábitos nuevos, en ser constantemente conscientes de lo que pensamos para que las emociones no nos distraigan.

El “secuestro por la amígdala” es un término acuñado por el psicólogo Daniel Goleman, padre de la Inteligencia Emocional, que hace referencia a un episodio de alta emocionalidad que llega a anular la capacidad para pensar con claridad. Durante un secuestro emocional, las personas pueden hacer cosas que no harían normalmente, y de las que suelen arrepentirse cuando recuperan la calma. Por ello es importante controlar los pensamientos y aplicar plena consciencia a nuestros actos para evitar que las emociones nos desvíen de nuestro objetivo.

¿Sabes para qué haces las cosas? Detrás de cada acción, hay una razón: para activar el primer cerebro (el reptiliano) hay que encontrar el propósito (activar el prefrontal). Si no, tiraremos la toalla antes de lo deseado porque la decisión necesita motivación. Una acción genera una emoción, que produce un pensamiento. Esta reflexión, genera de nuevo una emoción que acaba en otra acción, y así continuamente. Para que este bucle no se pare nunca y esté alineado con nuestros objetivos y no se vea interrumpido por excusas, pereza o miedos, es importante darle sentido con el propósito.

 

Por lo tanto, la clave del éxito está en el propósito, en la razón que hay detrás de hacer algo, en el ¿para qué? Este cerebro prefrontal es el que nos da sentido a lo que hacemos y con el que podemos liderar, en primer lugar, nuestra vida. El propósito es la razón por las que te levantas por la mañana y puede guiar las decisiones e influir en el comportamiento. El propósito crea distintos objetivos y da significado a lo que haces.

Cualquier meta que queramos alcanzar y que necesitemos establecer es importante que sea concreta (¿Qué?), que sepamos lo que tenemos que hacer para conseguirlo (¿Cómo?), que encontremos la motivación (¿Por qué?) y su utilidad a largo plazo (¿Para qué?). Si no contestamos a las cuatro preguntas con sinceridad, coherencia y consciencia, es bastante probable que tiremos la toalla pasado cierto tiempo y que no consigamos alcanzar el objetivo que nos habíamos planteado.

Entender nuestras finanzas personales no tiene nada que ver con teoría, economía o finanzas. Aprender a gestionar nuestro dinero tiene que ver más con nuestra inteligencia emocional que con las matemáticas en sí, porque el dinero está más relacionado con las emociones de lo que piensas. Entender tus finanzas es una labor que solo puedes y debes hacer tú, independientemente de que tengas un banquero que te ayude a invertir o un contable que te resuma la situación: tu dinero siempre va a ser tu decisión.

Así que después de hacer el ejercicio del cerebro triuno que expliqué en este post, es el momento de pensar ¿para qué?. Puedes preguntarte ¿para qué quieres ahorrar más?, ¿para qué quieres ganar más?, ¿para qué quieres dedicarle tiempo a tu dinero? o ¿para qué quieres seguir gastando en algunas partidas? Contéstate y decide tu para qué: es una respuesta personal, tienes que contestarte tú porque tu propósito es el motor de tu impulso. Hasta que no sepas para qué quieres hacer algo, no conseguirás hacerlo. La motivación se basa en el deseo de lograr el propósito definido y, siempre que haya un propósito la motivación personal ocurre naturalmente, sin esfuerzo. Pero este propósito debe ser fiel a lo que realmente quieres, no a lo que otros dicen que quieres, necesitas o puedes. Sólo entonces, la ecuación entre propósito y motivación dará resultados positivos.

Las referencias que en estos artículos se hacen a las estructuras cerebrales se realizan desde un método simplificado, no exhaustivamente científico, con el fin de facilitar su comprensión y aplicación a la vida cotidiana.
Próxima Semana: La plasticidad del cerebro para aprender y cambiar
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Rocío Ledesma del Fresno

Rocío Ledesma del Fresno
Manager de Dextra Corporate Advisors y consejera de Navis Capital Desarrollo, SGEIC

 

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